sábado, 16 de julio de 2005

ESPÍRITU EUCARÍSTICO

La carta apostólica de Juan Pablo II Mane Nobiscum Domine, en que se ofrecen pistas para vivir el Año de la Eucaristía que estamos celebrando, invita a tener “espíritu eucarístico”. ¿Qué es “espíritu eucarístico”? ¿Mucha devoción al Sagrario? Tiene que ver con esto, pero no es exactamente eso, sino vivir todo lo que implica la Eucaristía. Expongo algunos de los aspectos de la Eucaristía para ver cuáles son sus implicaciones en la vida y qué es lo que hay que vivir como espíritu eucarístico.

1. La Eucaristía es un banquete de comunión. Supone una familia unida, que se reúne en torno a la mesa familiar para alimentarse en un ambiente de alegría. Implica que todos los que participamos nos consideramos miembros de la misma familia. Preside Jesús, cabeza de su cuerpo místico. Esto significa que unirnos a Jesús, implica estar unidos a todo a lo que Él está unido, al Padre y a todos sus miembros, es decir, a toda la Iglesia triunfante, purgante y militante. Por ello en la celebración nos dirigimos al Padre y recordamos a toda la Iglesia en sus diversos estados. La Eucaristía es así una celebración eclesial. Aunque sólo esté presente una persona, realmente celebra toda la Iglesia.

Por otra parte, nos reunimos para alimentarnos, lo que implica que necesitamos alimento, pues tenemos desgaste por nuestro caminar en la tarea de vivir mejor la comunión con Dios y con los hermanos. La Eucaristía no es un lujo ni un premio para los “buenos”, sino alimento para que el que se siente débil y quiere seguir caminando en comunión con todos los miembros de la familia. Y todo esto en contexto de alegría por tener la suerte de pertenecer a esta familia de los hijos de Dios.

Por todo esto espíritu eucarístico es vivir con espíritu eucarístico es vivir con espíritu eclesial, manteniendo la unidad con todos los miembros de la familia; con espíritu misionero, que echa de menos a los hermanos que no han venido a la reunión familiar; con conciencia de debilidad que necesita fortalecerse con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, y con espíritu alegre por la suerte que hemos tenido de vivir dentro de esta familia.

2. La Eucaristía es un sacrificio, pues en ella se hace sacramentalmente presente el sacrificio de Jesús. Éste consistió en consagrar toda su vida a hacer la voluntad del Padre por amor. ¿Y cuál es la voluntad del Padre? Que todos los hombres acepten libremente ser hijos suyos por amor para poder transformarlos y hacerlos partícipes de su vida. A esta tarea se consagró totalmente Jesús. Chocó con personas que tenían una idea deformada de la vida religiosa y que vivían su religiosidad al servicio de su egoísmo y vanidad. Y lo mataron. Pero el Padre lo resucitó, pues una vida consagrada al amor tiene que llegar a Dios, que es amor. Y puesto que Jesús actuó en nombre de toda la humanidad, con la que se solidarizó y llevaba en su corazón, nos llevó a todos junto al Padre. Cuando el Padre resucita a Jesús, lo acepta con todo lo que lleva en su corazón, con todos nosotros. Pero es necesario que cada uno ratifique personal y libremente lo que Jesús ha hecho en nombre nuestro. Lo empezamos a hacer en el bautismo, en que el Espíritu Santo nos une a Cristo y nos capacita para que vivamos como vivió Jesús, con una vida consagrada al amor. Este es el contexto de la Eucaristía. En ella se hace sacramentalmente presente Cristo, el que se ofrece al Padre por todos nosotros (el cuerpo que se entrega…la sangre que se derrama) para que nos unamos a Él. Participar la Eucaristía, que siempre es el bien de sus hijos.

Espíritu eucarístico es vivir unidos al que se entrega y se derrama y, por eso consagrados a hacer la voluntad del Padre por amor y ésta es que nos entreguemos por nuestros hermanos los hombres, trabajando por una humanidad más justa y fraternal.

3. La Eucaristía es sacrificio de acción de gracias. Nosotros damos gracias cuando hemos tenido una necesidad, hemos acudido a alguno para que nos ayude y hemos experimentado su ayuda. Entonces lo agradecemos con palabras y también ofreciéndonos a esa persona para prestarle un servicio si alguna vez lo necesita. Jesús hizo de toda su vida un sacrificio de acción de gracias, pues vivió entre nosotros dando gracias al Padre porque nos ama, nos perdona, se revela a los pequeños, nos hace hijos y nos destina a compartir plenamente su vida. Y junto a esto hizo de su vida un sacrifico. Esto es lo que actualizamos sacramentalmente en la celebración de la Eucaristía, “acción de gracias”: en la liturgia de la palabra proclamamos las obras de Dios; continuamos haciéndolo en el prefacio y las oraciones centrales (“anáfora”), que tienen como centro la narración de la institución de la Eucaristía y la doxología o alabanza final. Y junto a esto, cuando narramos la gran intervención de Dios que Jesús resumió en la institución de la Eucaristía, se hace presente el sacrificio de Jesús.

Espíritu eucarístico implica en primer lugar tener qué agradecer. A veces, cuando se asiste a la Eucaristía como el que va a hacer un favor a Dios, no hay nada que agradecer, al contrario, se puede creer uno que Dios tiene que estar agradecido con uno: se está perdiendo el tiempo miserablemente. Tenemos que agradecer a Dios la vida, el ser hijos suyos, el poder vivir cada día como hijos. Espíritu eucarístico es vivirlo todo en actitud de acción de gracias, incluso lo negativo, porque para el que cree en la resurrección de Jesús las experiencias negativas solo son derrotas parciales, no la pérdida de la guerra, ya que la última palabra en la historia la tiene Cristo resucitado, que ahora hace que todas las cosas cooperen para el bien de los que le aman.

4. La Eucaristía es renovación de la nueva alianza, que realizó Jesús. En Éxodo 24 se cuenta cómo Moisés ratificó la alianza que Dios contrajo con el pueblo judío: se leyó la palabra de Dios en que se describían los compromisos que tenía que aceptar el pueblo; después éste dijo que si por medio de un sacrificio. Jesús instituyó la nueva alianza revelándonos la voluntad de Dios sobre nosotros y aceptándola en nombre de todos con su sacrificio. Cuando instituyó la Eucaristía, al consagrar el cáliz, aludió al rito de Moisés y nos dijo que su muerte y resurrección ratifica la nueva alianza (sangre de la nueva alianza) que une estrechamente a Dios con los hombres. Por ello toda celebración de la Eucaristía es una actualización de la nueva alianza para que cada uno de nosotros la renovemos, comprometiéndonos a vivir como miembros del pueblo de Dios de acuerdo con la palabra de Dios. Esta es la razón de que la celebración tenga dos partes, liturgia de la palabra, en que se nos recuerda la palabra de Dios, y liturgia sacrificial, en que nos comprometemos a vivirla, uniendo nuestro sí al de Jesús, sacramentalmente presente. Todo esto implica que antes de asistir a la Eucaristía, debemos leer las lecturas que se van a proclamar y meditar en ellas, concretando lo que Dios pide a cada uno, para decir nuestro sí unirlo al de Jesús.

Espíritu eucarístico es vivir como miembro del pueblo de Dios, con conciencia eclesial, viviendo las exigencias de la nueva alianza, y en concreto el compromiso concreto que se ha hecho.

5. La Eucaristía actualiza la Pascua de Jesús. Para los judíos la Pascua es fiesta de liberación y solidaridad, en que recuerdan el paso de la esclavitud a la libertad. En la Eucaristía recordamos y se hace presente el paso de Jesús de este mundo al Padre, liberándonos y llevándonos a todos con él.

Espíritu eucarístico es sentirse solidario con todos los hombres y ayudarles en su liberación plena de todas las esclavitudes materiales y morales para que puedan gozar de la libertad y plenitud que Dios quiere para todos los hombres.

6. La adoración a la eucaristía es prolongación de la celebración de la Eucaristía y tiene como finalidad alimentar el espíritu eucarístico. Se trata de unirse de forma reposada a Cristo dinámicamente presente, adorando al Padre con él, dando gracias con él, intercediendo con él, pidiéndole poder vivir cada día todo lo que significa la Eucaristía.


Antonio Rodríguez Carmona
Profesor de Teología de la Universidad de Granada