sábado, 16 de julio de 2005

SANTA MARIA DEL MONTE CARMELO

Infinitas son las advocaciones con las que nos dirigimos a la Virgen Maria Santísima, no tenemos más que detenernos por un momento en la letanía que recitamos al rezar el Rosario para comprobar el ramillete de piropos que dirigimos a la Madre de Dios. Pero “de entre todas las advocaciones la de Virgen del Carmen es encantadora y dulcísima cual ninguna, no sólo por ser Reina de las advocaciones marianas, la más antigua y la más extendida por el orbe católico, sino también porque, por la Gran Promesa que vincula a su bendito Escapulario, nos garantiza la salvación en tal forma, que se puede decir que es certísima prenda de perseverancia final y nos augura la eterna predestinación para la Gloria”. (Así la definía el Cardenal D. Pedro Segura en su carta Pastoral sobre “El Séptimo Centenario de la entrega por la Virgen Santísima a su siervo San Simón Stock, del Escapulario bendito”).

De igual modo los artistas han sabido plasmar en lienzos y esculturas la dulzura y belleza de Maria ya desde muy antiguo, pues los humanos somos tan complejos y a veces tan poca cosa que necesitamos de las imágenes como medio para que nuestra oración prendada por la belleza de la imagen llegue a Dios.

Nosotros, que veneramos a la Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, Reina de las Huertas, la contemplamos como esa Madre morena, de ojos grandes y expresivos, de dulce mirada ¿no sientes al mirarlos como si por un momento el cielo no estuviera ya tan lejos?, es como si la gloria estuviera ya aquí, y es que la gloria es Santa Maria del Carmen, que nos ofrece por un lado el Escapulario signo de la salvación y por otro nos ofrece al Salvador.



Quisiera desde estas líneas invitarte a que por un momento te coloques frente a Ella, y que en silencio la contemples, ¿acaso no sientes la caricia de su mano? delicada pero firme, suave y segura a la vez porque en ella esta la fuerza de la fe, la certeza que le da el fiarse de Dios hasta el extremo, de seguirlo sin dudas y el misterio de entregadnos Ella a ese Niño pleno del poder que le transfiere el Padre Supremo, quien desde el principió preparó a María para que se realizase plenamente en Ella su plan de Salvación. Santa Maria del Monte Carmelo nos ofrece a Jesús, que sonriente nos bendice con su mano derecha y con la izquierda parece indicarnos dónde le podemos encontrar siempre, dónde se encuentra verdaderamente, en el Sagrario -que solo podemos ver si miramos con los ojos de la fe-.

Contemplar a Nuestra Señora del Carmen, es unirse a Ella en la oración, sentir el deseo de Dios y de hacer con perfección las cosas pequeñas, es así mismo verla adornada de las flores que son sus virtudes y que nosotros sus hijos debemos intentar imitar. Es unirnos a su afirmación “aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra”, y aprender a callar, a sufrir, a amar y aceptar con confianza plena en Dios; es aprender también a contemplarte a Ti Santa Maria del Carmen, como Monte de Salvación que nos lleva a Él.

Mª del Carmen García Fernández
Teniente de Hermana Mayor